Desde que tengo uso de razón
fui nombrado arquero, no sé si fue por no ser tan bueno con el balón o que toda
la vida fui medio gordito, lo por lo cual me obligaban a ir al arco, eso se
hizo una costumbre.
Al ser el arquero, golero, o
portero, siempre fui diferente, usaba otro color de uniforme para distinguirme
del resto, usaba guantes y sólo dos personas en el campo de juego podíamos
agarrar el balón con las manos, yo y el enemigo, el arquero rival, vaya
coincidencia.
Siempre fui solitario, cada
gol que convertíamos era festejado por mi soledad y yo, y cada gol recibido por
más que no sea culpa mía, tenía la mirada clavada de mis compañeros, del cuerpo
técnico y los hinchas, el gol ya estaba hecho, alguien era el culpable, yo el afectado.
Pocas veces fui figura, ya
que para serlo mi equipo tenía que ser atacado, y en muchos casos cuando nos
atacaban perdíamos, por lo tanto fui la figura de la tristeza, de nada servía.
Cada vez que evitaba que nos
conviertan un gol, era felicitado por mis compañeros, pero esa alegría era
efímera, era ficticia, duraba poco en comparación con la alegría de haber
convertido un gol, esa alegría sí que es duradera, es una alegría diferente, al
fin y al cabo esa alegría era la verdadera felicidad.
Al ser diferente, al ser
distinto, me caracterizaba por tener voz de mando, siempre dirigía, siempre
ordenaba, siempre hablando, siempre gesticulando, siempre moviéndome, siempre
distinto.
El ser arquero, es ser
audaz, diferente, emotivo, corpulento, enérgico, intrépido, arrojado, valeroso,
es tener un temple diferente, es levantarse a pesar del error, levantarse a
pesar de la derrota, es levantar la mirada cuando te hacen un gol de túnel, es
levantar la frente cuando te critican, es ser fuerte, es ser diferente.
Eso es ser arquero…es estar
sólo en la derrota y sólo también en el triunfo.
El ser portero, me enseñó a
ser fuerte en la adversidad y cauto en el éxito.
El ser portero, me enseñó
que fracasar muchas veces te lleva al éxito.
El ser portero, me enseñó a
no celebra el éxito hasta el pitazo final.
El ser portero, me enseñó a
saborear el placer del triunfo y enseguida a sentir el amargo de una derrota.
El ser portero, me enseño
que una buena atajada, no equivale a ganar un partido y que tapar un penal no
equivale a ganar un campeonato.
El ser portero, me enseño
que ganar un partido es pasajero, ganar un campeonato es pasajero, el éxito es
pasajero, pero formar tu carácter es eterno.
Ser arquero es…es eso
Ser arquero soy yo.
Doy gracias por serlo.