Ahora me
toco ganar, pero después de la euforia, de la alegría victoriosa, después del éxtasis,
después del entusiasmo, pienso, ¿cuantas veces he perdido? He perdido en las
mismas circunstancias, en la misma fase, con el mismo marcador, con otro rival,
he perdido.
Ahora me
toco ganar ¿pero que sienten los que perdieron?
Si, si,
muchas veces sentí lo mismo, los comprendo.
Ahora, me toco pensar en la derrota, en ese
momento indeseable, ese momento impensado antes del inicio, ese momento que
deseas que pase rápido, ese momento que te marca para siempre, ese momento
donde la soledad se apodera y las culpas se comparten.
Ahora, me
toco comprender al rival, debería estar contento y lo estoy, pero en el fondo
de mi corazón siento la tristeza, siento sus emociones, siento sus frustraciones,
siento su pesar, siento lo que sienten.
Ahora me toco ser feliz, pero la tristeza me
invade, me deprime, me hunde, me desmoraliza, me aplasta, me demanda, me
derrota.
Si es un
juego ¿por qué duele la derrota?, ¿por qué duele perder?
Perder
duele en el alma, en el ser, en el corazón, en la existencia, días después te
sigues preguntando, ¿qué paso? ¿Que hice mal? ¿Por qué me pasa a mí?
pensamientos vuelan, van y vienen, la concentración se hace difícil.
Ahora que
gané, comprendo a los que perdieron, comprendo su tristeza, su desazón.
Ahora que
gané, comprendo al adversario, al rival,
al contendiente, al contrincante.
Ahora que
gané, sé que en otro momento, estaré en la otra vereda, estaré al frente, estaré
con ellos.
Ahora que
gané, la empatía me presiona.