domingo, 17 de julio de 2016

Alegría traicionera


Ahora me toco ganar, pero después de la euforia, de la alegría victoriosa, después del éxtasis, después del entusiasmo, pienso, ¿cuantas veces he perdido? He perdido en las mismas circunstancias, en la misma fase, con el mismo marcador, con otro rival, he perdido.

Ahora me toco ganar ¿pero que sienten los que perdieron?
Si, si, muchas veces sentí lo mismo, los comprendo.

Ahora, me toco pensar en la derrota, en ese momento indeseable, ese momento impensado antes del inicio, ese momento que deseas que pase rápido, ese momento que te marca para siempre, ese momento donde la soledad se apodera y las culpas se comparten.

Ahora, me toco comprender al rival, debería estar contento y lo estoy, pero en el fondo de mi corazón siento la tristeza, siento sus emociones, siento sus frustraciones, siento su pesar, siento lo que sienten.

Ahora me toco ser feliz, pero la tristeza me invade, me deprime, me hunde, me desmoraliza, me aplasta, me demanda, me derrota.

Si es un juego ¿por qué duele la derrota?, ¿por qué duele perder?
Perder duele en el alma, en el ser, en el corazón, en la existencia, días después te sigues preguntando, ¿qué paso? ¿Que hice mal? ¿Por qué me pasa a mí? pensamientos vuelan, van y vienen, la concentración se hace difícil.

Ahora que gané, comprendo a los que perdieron, comprendo su tristeza, su desazón.

Ahora que gané, comprendo  al adversario, al rival, al contendiente, al contrincante.

Ahora que gané, sé que en otro momento, estaré en la otra vereda, estaré al frente, estaré con ellos.

Ahora que gané, la empatía me presiona.