Di Stéfano te dio las gracias, hasta te puso un
sobrenombre y te hizo un monumento en el jardín de su casa. Para Bobby Charlton,
es el mejor regalo de navidad. Para Cantoná, fue la cabeza de un hooligan. Como
te extraño.
Sí, tengo que
reconocerlo, hasta he soñado contigo. En medio de la oscuridad de esas noches
largas cuando los cuarenta y cinco minutos se hacen una eternidad y estás a
escasos minutos de suene el pitazo, ese que nos devuelve a todos a la casa, y
vas ganando, por poco pero ganando, entonces llega el centro, ese alto y largo
que no sabes dónde va a caer y te empiezas a mover como esquivando minas
antipersonales, no puedes mirar abajo por que la pierdes para siempre, así que
no le sacas la mirada, fija en ella, hasta que llega a tus manos, la abrazas,
la acaricias, le das un beso, una sonrisa que queda extendida debajo de la
almohada.
Extraño ese olor a pasto mojado y ese sonido a suela,
a golpe, cuánto daño te hacen, cuanto te patean, pero a pesar de eso sigues
siendo fiel, siempre llegas a mis manos, a mis brazos, como cuando vuelve un
amor. ¡Oh, los sábados son nuestros!
Ahora cuando la abrazo a ella, a la que me acompaña, a
la que sospecha de mis sueños pero no me dice nada, pienso en ti, con esa
redondez, pienso en ti, la abrazo pero te recuerdo, acaricio su cabello con mis
manos pero tengo la idea de tenerte entre mis manos, encajada en esos guantes
de latex, aprisionada para no soltarte nunca más.
Este encierro se me hace interminable sin ti. Extraño,
esos sábados, extraño cuando entra al arco y todos gritan, hasta podría decir
que extraño hasta cuando me haces daño y son los otros los que celebran.
¡Qué lindo que es el fulbo, pibe! Dice un periodista y
vos, sos la estrella de la noche. Sin ti, no habría nada, ni penales, ni fuera
de juego, ni goles, ni estadios, ni tiros de esquina, ni tapadas al ángulo, ni
remates, ni palos , ni partido, ni nada.
Pensándolo bien, no solo te extraño, extraño, el bolsón
donde van las poleras, los guantes, las chuteras, las medias y las vendas;
extraño, el pitazo constante, los gritos histéricos, el olor a pasto, el sudor
bajando por la cara, el correr sin sentido y mirarte de lejos. Extraño, cuanto
extraño, los sábados de fútbol.
Escrita un sábado por la noche, en una cuarentena
interminable.
Santa Cruz, 18/4/2020