Hace dos semanas soy papá y mamá. Un viernes mi suegro
fue llevado a emergencias producto de esta terrible enfermedad que está
azotando al mundo entero, desde ese día nos quedamos solos, mis dos hijos, uno
de 9 y otro de 7, y yo; obviamente, mi esposa, salió de la casa para ayudar a
su papá y a su familia.
En estas dos semanas, he aprendido a cocinar, se hacer
lasaña, milanesa, hamburguesa, majadito, locro, pastel de quinua, entre otros.
He aprendido a lavar baños, a tender la cama, a lavar los platos, a meter ropa
a la lavadora, tenderla, doblarla y acomodarla en su lugar, sé barrer (no a la
perfección), trapear, acomodar la basura y dejarla en la acera tres veces a la
semana, entre otras cosas.
He revivido, mis años en el colegio, volví a aprender
a sumar, restar, multiplicar y dividir; me martiricé una tarde, dibujando
cuadrados, rectángulos, redondos todos milimétricamente pintados en un cuaderno
de dibujo; recordé donde estaba el sujeto, verbo y predicado; volví a aprender
a escribir, con la g de gato, con la m de mamá y con la c de casa; eso mientras
les iba explicando a mis hijos como hacer sus tareas.
Hemos cultivado la oración antes de todas las comidas
y sobre todo antes de dormir. Ellos, los niños, ya se bañan solos, cada uno
tiene una tarea definida, uno levanta los platos y el otro le da comida a
Samira, nuestra perrita.
Dentro de todo ese tiempo, tengo que trabajar desde
casa, hacer ejercicios, leer la biblia y algunas páginas de un libro diario, lo
que se me hacía imposible es sentarme a escribir mis notas de opinión que
frecuentan en este diario.
Ahora, un sábado a las cinco de la tarde, después de
sentar a mis hijos a tomar la merienda, mientras ellos miran su dibujito
preferido, estoy escribiendo esta nota con la única intención de realmente
demostrar el valor de las cosas cuando uno las tiene; ahora puedo decir que
todas las patas de la mesa son importantes, cuando una de ellas se corta hay un
desequilibrio. Hemos sabido sobrellevar esta cuarentena, gracias a Dios, mi
suegro se está recuperando favorablemente y pronto, Dios quiera, mi esposa
estará de nuevo al lado nuestro, por el momento sólo queda tener fe y ánimos
que vendrán tiempos mejores.
Lic. José Fernando Suárez Sanguino
Lic. Relaciones Públicas