Es domingo, después de una jornada familiar, luego de que mis hijos se van a dormir para arrancar una nueva semana al otro día, es cuando empiezo a revisar correos, mensajes de celular, Facebook y demás cosas. Entre esas ojeadas de libros, de revistas, de redes sociales, encontré una carta muy emotiva, muy probablemente extraída de algún diario, esos que se escribían antes, esos que plasmaban todo el quehacer diario, esos que registraban nuestra vida y guardaban los momentos para la eternidad.
Hoy, llegué a casa y mamá lloraba. Fueron dos semanas de viaje, vacaciones, en realidad eran unas vacaciones disfrazadas, eso no lo sabía, solo lo sabía mi hermano que era el encargado de camuflar, esos paseos, con análisis de sangre, esos días de compras, con resonancias, esas visitas al zoológico, con turnos y esperas.
Sólo fueron unos días, que día tras día, se convirtieron en semanas, seguro, al volver, encontró la casa que no dejó, camisas por todos lados, botellas a medio tomar, colillas de cigarro, papel higiénico a medio usar, ropa interior conocida y desconocida, platos sucios.
Hace unos días llegue a casa y mamá lloraba. Ella, es de carácter débil pero nunca lo demuestra, será porque él siempre fue autoritario. Nos contaba de esas mañanas de levantarse temprano, de barrer la casa sin dejar rastros, eso de limpiar los vidrios hasta dejarlos brillantes, luego ayudar en la cocina, lavar platos, y a la escuela, llegar y la cena, en realidad ayudaba a hacer la cena, ya que su mamá, era la que cocinaba. Su mamá, mi abuela, siempre lloraba.
Los siete hermanos estábamos distribuidos de a dos, el impar dormía donde le tocaba, la sala era grande, pero cuando nos juntábamos solía parecer pequeña. Tres cuartos para nosotros, uno para mamá y el. A las once de la noche, luego de estudiar la teoría de la aguja hipodérmica, llegué a casa. En su cuarto, Juan, cinco años menor que yo, lloraba. Luis, dos años menor que Juan, mojaba la almohada, su cuerpo temblaba daba la sensación que el frio estaba en su piel. Mamá en su cuarto o el de él, lloraba.
Desde ese día, no lo volví a ver, hace unos años, supimos que pregunto por nosotros, lo supimos por mamá, en realidad también pregunto por ella, me parece raro, ya casi me he olvidado de su cara. Yo soy el que más se parece a él, según dicen mis tías.
En realidad mamá siempre fue de llorar, a pesar que da la sensación de ser una mujer fuerte. Lloraba de madrugada, algunas noches cuando iba al baño, escuchaba su sollozo, nunca me animé a entrar. Al otro día sus ojos hinchados, su aspecto de resfrío nos decía que no había tenido una buena noche. Ella parecía fuerte pero sus ojos la delataban.
Yo llegue a casa y mamá no lloraba. Entre en silencio, en la sala el silencio me acompaño, a pesar de que estaban todos mis hermanos, miradas perdidas, silencio infinito. Mama sentada en su poltrona, esa que tiene su edad, miraba fijamente un papel llegado del exterior.
Mamá nunca más lloró, su recuerdo me patea mi alma. Mamá nunca más se quejó, ahora yo, lloro por ella.
En este día, un homenaje a todas las madres que ya no están pero su recuerdo perdura en el tiempo.
Feliz Día de las Madres.