miércoles, 21 de junio de 2017

Conciencia Futbolística

Recuerdo desde pequeño que todos los domingos acompañaba a mi padre al estadio a ver fútbol, entre pipocas, papas fritas y todo dulce cuanto pasaba, miraba las gambetas de Milton Melgar, las diabluras de Marco Etcheverry, los cañonazos de Erwin Sánchez, los goles oportunistas de Tucho Antelo y la locuras en el arco de Carlos Leonel Trucco. Con toda la inocencia de mi edad, no entendía los comentarios que se hacían en el entretiempo, con respecto a los árbitros, las vendetas, arreglos y esos señores que dirigían los equipos sin ser entrenadores, ni ex jugadores.

Poco tiempo después cuando la pasión por este deporte me iba creciendo, celebraba los goles de mi equipo, con una garganta brotada, con un abrazo desmedido con el vecino sin saber ni siquiera de quién se trataba, lo abrazaba sólo por el hecho de estar a mi lado y vestido con los mismos colores. Y es que el fútbol genera pasiones, levanta multitudes, sólo con el simple hecho de que un balón traspase una línea.

Empecé a querer imitar a mis ídolos, con dos ladrillos formábamos un arco en medio de la calle y jugábamos entra y sale, gol gana, arco a arco, penales, picaditos, todos los juegos habidos y por haber que tenían que ver con patear una pelota. La competitividad fue ganando terreno. La conciencia crecía.

Celebré con euforia la clasificación al mundial de nuestra selección, recuerdo las calles llenas de gente que querían quemar las bocinas de sus movilidades, banderas flameando por todos lados, caras pintadas, era una alegría trasmitida por once jugadores.
Pero ya para ese entonces, mi nivel de conciencia había crecido, ya sabía con certeza qué era fallar un gol, cometer una falta desmedida, cobrar un penal inexistente, ya entendía los términos de amaños, coimas, corrupción, y otros.

Luego por cuestiones del destino, suerte o lo que algunos de los más escépticos llaman constancia fui fichado por un equipo profesional, prefiero evitar decir el nombre del club porque en este mundo del fútbol esto de ser hincha significa que sos de uno por lógica y sos enemigo del otro. Si jugas para uno significa que odias al otro. Y para mí el fútbol se había convertido en un medio de vida, así como lo es para la gran mayoría un simple trabajo.

Para ese entonces mi conciencia ya era mayor de edad, ya entendía a la perfección cuando hablaban de pases, de contratos, de meses sin cobrar, de primas sin pagar, de pagos por debajo, de horas y horas en las oficinas del club para que al final de la tarde te digan, vuelva mañana y  mañana, vuelva pasado mañana y pasado mañana al fin estaba el pago de solo el diez por ciento porque te consideraban un juvenil.

Ahora mi relación con el fútbol es de divorcio, me alejé de todo lo relacionado a él, tal cual una pareja de enamorados finaliza una relación de años. Ahora que mi nivel de conciencia es mayor, vuelvo a recordar a través los titulares de los diarios los mismos problemas con los que tropecé años atrás.

Los protagonistas siguen ahí con otra identidad corriendo tras de una pelota de fútbol. Los otros, quien sabe que profesión tienen, quien sabe qué hacen, están atrás moviendo los hilos tal cual se mueve una marioneta, personajes que nadie los vé pero están ahí, haciendo daño al fútbol permanentemente (existen excepciones). A los otros, a los que nadie lo ve, que sus conciencias los acompañen.

Lic. José Fernando Suárez Sanguino
Lic. Relaciones Públicas


Amor Electrónico


En el face me gusta
Lo dices con un like
tu estado lo confirma.

En whatsApp
lees los mensajes
un color celeste
me lo confirma,
no respondes.

En snapchat,
miras lo que publico
pero no me escribes.

Observas mi estado,
alegre, triste,
melancólico, feliz,


Estas en línea,
pero no me escribes,
paras conectada,
pero no me respondes
le das me gusta
pero no me llamas,
eres un amor,
tecnológico.

lunes, 5 de junio de 2017

Un momento para la lectura

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Gabriel García Marquez.

“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”. Franz Kafka.

“En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antiguo, rocin flaco y galgo corredor”. Miguel Cervantes.

Gabriel García Márquez, Franz Kafka y Miguel Cervantes, inician sus obras literarias de una forma tan brillante que cuando se los lee esas frases perduran en la mente, son recordados y estudiados, son novelas clásicas que todo lector debe tener en su biblioteca.
Hace unos años, una noche, no recuerdo el día, lo que si recuerdo es que hacia mucho frío, fui por primera vez a la feria del libro, era muy pequeña, unos cuantos expositores, pocos libros y muy poca asistencia. Salí con dos o tres libros para mi pequeña biblioteca.

Ahora, esta feria literaria es una de las más importantes del país, cada día gran cantidad de visitantes disfrutan de ella. Hay libros de todo y para todos los gustos, autores nacionales e internacionales representados en sus libros, están ahí esperando contarte de comala, de viajes, de selvas, de cuentos sin final o cuentos con finales abiertos o inesperados, novelas clásicas, poemas, haikus, libros en miniatura, libros especializados, etc.

Gabriel García Márquez se refiere al lector latinoamericano en un artículo que dice lo siguiente: “Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historia en lengua castellana y, por lo tanto, un millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes a un escritor que hoy recibe sonrojado el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay lectores en lengua castellana hambrientos de este alimento”.


Los libros están ahí esperándote para que los leas, para que viajes a partir de ellos, para que aprendas y sueñes, en algunos de ellos  encontrarás algo así: vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.