viernes, 12 de julio de 2019

Yo, cuando escribo


No sé cómo empecé a escribir,
supongo que fue una noche de esas donde piensas cosas sin final,
una de esas noche cuando una lagrima recorre tu cara mientras se funde con la almohada,
o fue uno de esos días de calor escuchando música en la sala pensando quien sabe qué.

No sé cómo empecé a escribir,
creo que fueron mis dedos por si solo los que iban tecleando al compás de una canción romántica o un mensaje de texto enviado desde el corazón.

Nos sé cómo empecé a escribir,
muchas veces esas palabras juntas creaban oraciones cursis pero que a ellas les encantaba o simplemente me decían… bonito.

No sé cómo empecé a escribir,
pero lo hice, entre poemas de amor, entre cuentos sin finales, entre notas medio revisadas publicadas en un diario famoso de la ciudad que pocos leen.

Así fui escribiendo, trasmitiendo sentimientos, y pensamientos y sobre todo fue trascribiendo amores furtivos, amores pasajeros, sonrisas escandalosas y miradas sobrias, fui escribiendo de problemas sociales y notas eternas escritas en algún post it de la oficina.

Ahora escribo cosas sin sentido un viernes en vez de ir a la cena con amigos, escribo algo que nadie va a leer, o quizá ella que todas las noches espía entre sueños escondidos mi blog o lee en voz baja una nota publicada en ese periódico famoso un martes por la mañana.

Y al leer en voz baja, al repasar las letras en su mente como si se tratara de un himno nacional, piensa en mí o en un amor eterno que nunca tuvo, o piensa en algún sueño frustrado o en ese beso que le dí en esa calle donde había esa plaza llena de gente trotando.

Piensa en mí, como yo cuando escribo.