Al otro, es a quien le ocurren las cosas. Yo en cambio soy tranquilo, camino por las calles de la ciudad y me demoro, la rutina me tiene mecanizado; del otro tengo noticias por el correo, por las redes sociales, por un mensaje de Whatsapp escrito hace días que recién leo o por una publicación en un diario reconocido de la ciudad de algún día que nadie sabe cuándo, ni él ni yo; o por alguna jocha que hace en esas noches de luna llena.
Me gusta el fútbol, los relojes de arena, tengo uno en la oficina, los mapas, el sabor del café, escribir algún poema extraviado o un cuento sin sentido o una charla de cualquier cosa un jueves de frater, el otro comparte esas preferencias pero la vanidad lo acorrala.
Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo para prohibir todo resabio de escritura del otro, nuestras peleas se basan en la premisa de que nadie puede vivir de escribir, salvo casos excepcionales como el de Borges entre otros. El otro, vive para escribir y para hacer cosas las cuales yo no comparto.
Mi vida está obligada a tapar al otro, estoy destinado a esconderlo, y sólo podrá sobrevivir en el recuerdo de un cuento sin final feliz o en una prosa con rima o en una foto tres por tres publicada en el diario de la ciudad.
Spinoza entendió que todas las cosas quieren preservar su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre, el otro quiere ser escritor. Y, ahora me entero que se había escabullido en una noche fría de julio y entre sus charlas de políticas se había desdoblado, a través de su alma se escabulló por las oficinas del Tribunal, abrió un libro y se registró en un partido político del cual su ideología no conozco, ni comparto.
El otro siempre me hace cosas como esas, con la premisa de tener anécdotas para un cuento nuevo, por eso duermo con un ojo abierto con la pena de que se escape por las noches y cometa barbaridades como la vez que salió e hizo aullar a todos los perros del vecindario o la vez que prendió todas las luces de la casa de al lado o la vez que tocó el timbre cuando la vecina estaba con su amante que tuvo que huir por el techo.
El otro siempre me hace jochas, ahora lo he mandado que una de estas noche se escape y borre mi registro de militancia del partido político del que no recuerdo el nombre, en todo caso, si no lo hace y dudo que lo haga, tendré que poner mi cara de inocente y eliminar ese bendito registro o quizás la noche que vaya, muchas almas harán lo mismo. Yo escribo realismo, mi otro yo, ficción; cualquier parecido a la realidad es ficción escrita por el otro en una de esas noches sin oficio.
Lic. José Fernando Suárez S
Comunicador Social
* Inspirado en el cuento “Borges y mi otro Yo.