domingo, 25 de noviembre de 2018

Yo o mi otro yo

Al otro, es a quien le ocurren las cosas. Yo en cambio soy tranquilo, camino por las calles de la ciudad y me demoro, la rutina me tiene mecanizado; del otro tengo noticias por el correo, por las redes sociales, por un mensaje de Whatsapp escrito hace días que recién leo o por una publicación en un diario reconocido de la ciudad de algún día que nadie sabe cuándo, ni él ni yo; o por alguna jocha que hace en esas noches de luna llena.

Me gusta el fútbol, los relojes de arena, tengo uno en la oficina, los mapas, el sabor del café, escribir algún poema extraviado o un cuento sin sentido o una charla de cualquier cosa un jueves de frater, el otro comparte esas preferencias pero la vanidad lo acorrala.

Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo para prohibir todo resabio de escritura del otro, nuestras peleas se basan en la premisa de que nadie puede vivir de escribir, salvo casos excepcionales como el de Borges entre otros. El otro,  vive para escribir y para hacer cosas las cuales yo no comparto.

Mi vida está obligada a tapar al otro, estoy destinado a esconderlo, y sólo podrá sobrevivir en el recuerdo de un cuento sin final feliz o en una prosa con rima o en una foto tres por tres publicada en el diario de la ciudad.

Spinoza entendió que todas las cosas quieren preservar su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre, el otro quiere ser escritor. Y, ahora me entero que se había escabullido en una noche fría de julio y entre sus charlas de políticas se había desdoblado, a través de su alma se escabulló por las oficinas del Tribunal, abrió un libro y se registró en un partido político del cual su ideología no conozco, ni comparto.

El otro siempre me hace cosas como esas, con la premisa de tener anécdotas para un cuento nuevo,  por eso duermo con un ojo abierto con la pena de que se escape por las noches y cometa barbaridades como la vez que salió e hizo aullar a todos los perros del vecindario o la vez que prendió todas las luces de la casa de al lado o la vez que tocó el timbre cuando la vecina estaba con su amante que tuvo que huir por el techo.

El otro siempre me hace jochas, ahora lo he mandado que una de estas noche se escape y borre mi registro de militancia del partido político del que no recuerdo el nombre, en todo caso, si no lo hace y dudo que lo haga, tendré que poner mi cara de inocente y eliminar ese bendito registro o quizás la noche que vaya, muchas almas harán lo mismo. Yo escribo realismo, mi otro yo, ficción; cualquier parecido a la realidad es ficción escrita por el otro en una de esas noches sin oficio.

Lic. José Fernando Suárez S

Comunicador Social

* Inspirado en el cuento “Borges y mi otro Yo.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Desprendimiento


Treinta y siete años la tuve a mi lado, muchos decían que es mejor dejarla donde está que no hace daño, que más bien ayuda, pero era una vida de amor y odio, yo la amaba cuando ella no me molestaba, pero cuando empezaba con su dolores y sus insinuaciones yo mismo quería botarlas, expulsarla o tragármelas

Después de días de dolor, de frustración, aparecía esa fiebre de 40 grados, esa fiebre que te dejaba en cama por días, hasta que una pastilla o una inyección atacaban a los extraños.

A las 8 de la mañana como estaba programado estuve en la sala indicada, una señora vestida de blanco me pasa una bata y me dice: quítese todo y póngase sólo eso.

Me sentí indefenso, propenso a las barajas del destino a que la fe haga su trabajo con las múltiples oraciones, ahora lo llevamos, me dijo la señora de blanco, pase unas cinco salas todas de color blanco y llegue a la última, ahí unos reflectores alumbraban mis ojos, lo trasladaremos a esta camilla me dijo una joven vestida de color rosado con la cabeza y la boca tapada.

Todo va a salir bien me dijo un señor vestido de un uniforme celeste, llevaba un chulo en la cabeza, un barbijo que solo dejaba ver sus ojos cafés, vas a sentir mareos, nos avisas, otro señor sentado a mi lado vestido de la misma forma me dijo: ya vas a estar blandengue.

Poco a poco fui cerrando mis ojos, no sé si mi mente o mi alma se pasearon por lugares inexplorados, viajé kilómetros y kilómetros en cuestión de segundos, vi playas desiertas con ballenas peleando la comida diaria, vi desiertos soleados con una iguana metiéndose debajo de la arena, vi selvas inmensas como monos entre árboles, vi cielos y cielos y luces y luces, hasta que una maldita vos silenció mi sueño, todo salió bien, dijo el señor de derecha.

Y que hago ahora que ya no estas, que te fuiste para siempre, cuantas veces te amenacé, siempre peleamos por llevarnos bien, pero no se pudo, eras vos o yo, y fuiste la que se llevó la peor parte, yo en cambio con unos pocos dolores aguantables, que supongo que dentro de días no habrá resabios de tu presencia en mi cuerpo. Malditas amígdalas. Ahora que ya no te tengo extraño tu dolor, las semanas que vienen serán algo duras sin ti, pero como toda muerte dentro de un mes solo serás el recuerdo de una vida a mi lado con tristezas y alegrías y algún tiempo más  solo serás esas partículas de carne negra colocadas en ese bote de alcohol.


El Café


El Café
Ese olor agradable que el paladar empieza a desear como un beso furtivo

            Ese olor…



A una mañana soleada o a un campo luego de una llovizna de septiembre

Ese olor…



A fragancia juvenil a sudor de jueves eternos

Ese olor…



A una vida ya vivida o a una por vivir

Ese olor…



Ese olor, a mí o a ti, que perdura en el recuerdo de una mente extraviada.

Ese olor, a café.




viernes, 2 de noviembre de 2018

El vuelo


Última llamada a los pasajeros del vuelo 508 con destino a la ciudad de Cartagena decía una voz femenina por los parlantes.

Llegamos a tiempo, mostramos el pasaporte, los pases a bordo y a un trote lento subimos al avión. Que numero es su asiento me preguntó una señora vestida de negro que estorbaba el pasillo, 30 A, le respondí, es al fondo me dijo mientras apuntaba la cola del avión.

A mi acompañante le asignaron el asiento 10 B.  A mi lado, había una joven de cabello rubio, tenía unos diez tatuajes, las letras del abecedario en los nudillos de los dedos, una mariposa gigante en todo el ombligo, su camisa estaba amarrada por lo que mostrando casi toda su cintura.

Estoy muy cansada, voy a dormir, cuando llegue la comida me levantas por favor, esas fueron la únicas palabras que me dijo en las seis horas de vuelo. Al del otro asiento no lo pude ver porque ni bien despegamos un hombre de unos cincuenta años fue al baño.  

Entramos a una zona de turbulencias dijo el capitán de la nave, cinco minutos después, parecíamos que estábamos dentro de una licuadora, mi cabeza se iba salir de su lugar, el hombre en el baño, y la mujer al lado dormía, estuve a punto de interrumpir si sueño buscando quien me tranquilizara.

El sube y baja o quizá la sensación de subir altura y luego perderla me revoloteo el estómago, algunos flujos estomacales aparecieron en mi boca y un mareo repentino se hizo presente. Mis suplicas estaban centradas en la fe.

Una voz gruesa explica un problema en uno de los motores del avión y la proximidad del aeropuerto más cercano, el flujo se hizo presente y tuve que utilizar las bolsas colocadas en los respaldares del asiento.

Algunas cosas empezaron a caer de los compartimientos, una pareja de ancianos que estaban adelante rezaban en vos alta, el hombre no volvía del baño y mi vecina dormía.

Quise levantarme para ver cómo estaba mi acompañante en las filas de adelante pero la mujer de la entrada me lo prohibió. Miré por la ventana del avión y vi fuego en una de las alas, avise a la señora de negro y ella corrió para adelante, la vecina no se levantaba y el hombre no volvía del baño.

Un estruendo, un movimiento brusco y el avión se detuvo, sentía unos golpecitos en el hombro, cuando volví en sí, una señora  de un vestido color rojo me decía, señor, señor, ya llegamos a destino, miré a mi lado, la vecina no estaba, volqué para atrás y un hombre salía del baño.




Encuentros


Esa mirada de cielo celeste,

De ojos negros y leve sonrisa,

De manos sudorosas y una tembladera parecida un párkinson avanzado,

Esos besos lentos pero eficaces,

Tan eficaces que dejaban recuerdo trimestral.



Una cintura agónica, que está a punto de extinguirse

Esos cabellos rizados que se entrelazan

La boca, roja o rojiza o quizá un poco rosadita, pero en fin boca.



Esos encuentros, ay, esos encuentros, infinitos pero cortos,

De instantes pero eternos, sin contacto pero extenuantes,

Esos encuentros, quien sabe, si fueron reales,

O fueron sueños que perturbaron la noche y sacrificaba el descanso.



Esos lugares inexplorados que sucumbían en el sudor,

Que se convertían en tierra salvaje y fértil

En día lluvioso en bosque escondido,

En paisaje eterno de un día en la playa.



Ay, esos encuentros,

Quizá fue un sueño,

O fue una película recordada,

O un video por internet,

O una infancia extraviada que vuelve a aparecer,

Ay, esos encuentros,

Quien sabe, quizás solo fue un sueño.